Desde hace unos años la mayoría de los políticos de nuestro entorno han sentenciado que los ciudadanos debemos sustituir nuestros coches de combustión por coches eléctricos de cero emisiones.

Estas cero emisiones quedan muy bien sobre el papel pero no son reales: Para producir este coche eléctrico y la batería del mismo la contaminación generada (expresada en toneladas de CO2 emitidas) ha sido estratosférica empezando por la extracción del coltán . La huella de carbono es la cantidad de emisiones, de gases de efecto invernadero, que produce el ser humano al fabricar un producto o realizar sus actividades diarias, es la huella que deja nuestro paso por el planeta.

La excusa para llevar a cabo esta sustitución es el cambio climático y no se atreva a negar el relato. Se ha invertido una cantidad ingente de recursos en propaganda, compra de voluntades, estudios a la carta, etc. para que ni usted, ni yo, ni cualquier premio nobel o doctorado en física con maestría en climatología podamos atrevernos a dudarlo porque entonces seríamos tachados de negacionistas.

Así que obviando el motivo podríamos preguntarnos si a día de hoy es rentable para un ciudadano la adquisición de un vehículo eléctrico. Dejo fuera del artículo a todos aquellos trabajadores que se dedican al transporte de mercancías por carretera y que necesitan una autonomía y una velocidad de carga que, a día de hoy, se me antoja harto difícil de imaginar como adecuada para ellos.

Es cierto que en los últimos años se ha avanzado en el desarrollo de baterías más eficientes, como las de Litio, que apenas padecen efecto memoria. Por el lado del precio de la electricidad no parece que hayamos avanzado tanto y, aunque siguen siendo totalmente insuficientes, cada vez hay más puntos de recarga de acceso público.

Como aspectos positivos del coche eléctrico hay que tener en cuenta sus ventajas fiscales y así están bonificados hasta un 75% en la cuota anual del Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica durante sus 4 primeros años de vida (debe aparecer regulada en las Ordenanzas Fiscales del Municipio). También hay ayudas establecidas en el Plan Moves III para la adquisición de uno nuevo. Por otro lado parece que el mantenimiento mecánico del vehículo tiene menor coste.

En Sevilla (y otras grandes ciudades) los coches eléctricos pueden circular por el carril reservado al transporte público y pueden estacionar gratuitamente siempre que el propietario esté empadronado en la ciudad.

A cambio de todo lo anterior, el precio del vehículo es mayor, la autonomía menor, el tiempo de carga mayor, la disponibilidad de puntos de recarga menor y hay que vigilar la degradación de la batería. Incluso me atrevería a decir que no compensa a todo aquel consumidor que no disponga de plaza de garaje.

Parece más un producto elitista (a día de hoy) que uno pensado para el común de los mortales pero esta reflexión no pretende más que abrir el debate.